
El primer día de clase estoy nerviosa. Como los actores antes de empezar la función. La verdad es que mucho de teatro sí que tiene lo de ser profe, ya me lo habían avisado. Entro en el aula y los veo a todos tan bien sentados, tan calladitos, tan repeinaícos, como dice una compañera, que sólo me pregunto cuánto durará la paz. Porque se acaba. A mí siempre se me acaba. Llego y les suelto el rollo de los criterios de evaluación y de calificación (zzzzzz), que luego nunca recuerdan a pesar de apuntarlos. Y al día siguiente empieza lo bueno...